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Los Tres Principios Medulares de la Revolución Pedagógica:

1º) Reconocer el insoportable sufrimiento de millones de seres humanos”, sabiendo que puede ser revertido con mínimas decisiones políticas a nivel mundial. Tan solo, entre muchas implementaciones posibles, con la determinación de no destinar más riquezas al monopolio armamentístico y reduciendo el nivel de corrupción, se terminaría con esta agonía desesperante de los excluidos del sistema.


2º) Reconocer la inexorable destrucción de los recursos naturales”, sabiendo que con regular la ambición desenfrenada de los poderes multinacionales por enriquecerse a costa de explotar indiscriminadamente la materia prima a disposición, y que, redistribuyendo sensiblemente la capacidad comercial de manera igualitaria entre todos los productores, mediante un plan humanizado que reponga, compense o suplante los bienes extraídos a la tierra, se devolvería el equilibrio al ecosistema y la salud al planeta.


3º) Reconocer la falta de valores y el deterioro ético del presente”, sabiendo que con una educación humanizada impartida desde todos los sectores sociales, establecimientos educacionales, medios de comunicación y difusión, organismos benefactores, desde el estado mismo y desde el grupo familiar, es posible reconstruir una nueva humanidad, más sensible, más amorosa, más creativa y más honrada de la conciencia que la distingue. Comenzando por el placer del respeto, el encanto de la solidaridad, y la satisfacción del servicio desinteresado a la sociedad.

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El soldado Aon busca a los Comandantes de la Nueva Revolución

¿Dónde estáis, Activistas de la nueva Rebelión Pedagógica?


Políticos y apolíticos, politiqueros, capitalistas y comunistas, socialistas; de derecha, de centro e izquierda, pensadores, filósofos y artistas; creyentes y no creyentes, ateos, soñadores y utopistas.

Todos habéis sido llamados a participar de la Revolución Pedagógica por una Nueva Educación Humanizada.


Único requisito:

“Hacer honor a la propia humanidad y a los valores que destila el corazón”.


Sois todos bienvenidos, sabios e idealistas, críticos y humoristas, poetas y guerreros, santos y pecadores, todos aquellos que tenéis algo que decir y los que no tenéis nada para decir también.


¡Oíd el llamado de este soldado raso del pueblo humilde que os ha invitado para el repudio de toda insensibilidad!


En las filas de estas huestes no se diferencia sexo ni edad, ni color, cultura o clase social, no se distinguen religiones, países o idiomas, ni se discriminan pensamientos ni ideas disímiles para el enriquecimiento de la hermandad planetaria.


Se buscan Comandantes que no teman a los coartadores de la creatividad y belleza artística de todas las capacidades por simples que fueran, como expresión sublime de la bondad intrínseca ahíta en la Verdadera Naturaleza Humana.


Símbolo de la Paz

Símbolo de la Paz
Gerald Holtom (desarme nuclear) 1958

a la memoria de:

Rachel Corrie -

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. *▲º . @on

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Democracia Capitalista Humanizada (Humanista y Humanitaria)


· Crítica al Capitalismo

· Crítica al Comunismo y al Socialismo

· Crítica a la Democracia

· La solución en un Nuevo Sistema alternativo

Desde aquellas épocas de antaño, anteriores a nuestra era, en las que predominaba el sistema de trueque, y pasando por otras variantes de intercambio en el proceso de mercantilización, el capitalismo del siglo XVIII se alza definitivamente sobre el cadáver de la “economía feudal” (que rigió hasta el siglo XV), con la dirección ideológica de uno de sus más grandes exponentes, Adam Smith (1723-1790), quien proclamaba que éste es el medio más adecuado para posibilitar la Revolución Industrial a nivel nacional, y más tarde a nivel internacional para llegar al mercado globalizado de la actualidad. Su visión enmarcada en la “economía clásica” de la especialización del trabajo y del libre mercado (contemporánea de la “economía fisiocrática”), fue el motor que puso en marcha el crecimiento de la sociedad moderna.

Es evidente que sin esta nueva composición económica, la humanidad no se hubiera desarrollado de la forma que lo hizo, y en el caso de haber persistido en el modelo anterior o se hubiera podido sostener este crecimiento. Sin embargo, esta ciencia económica dista de la filosofía moral y la ética elevada que los primeros visionarios le imprimieron; llegando a ser, además del símbolo principal del progreso, una forma indirecta de exterminio masivo silencioso para todos aquellos que no pudieron insertarse y adaptarse a este nuevo movimiento, por el sólo hecho de no haber sido parte del destino evolutivo económico de la civilización. Semejante a una tétrica «selección natural», capaz de aniquilar millones de seres sin el recurso de un solo disparo o de una guerra, sin la abominación de genocidios y holocaustos, ni necesidad de propagación de pestes transportadas con la misma colonización imperialista, aunque, obviamente, todo esto se sumó para acelerar la extinción de toda otra forma de interdependencia humana e interrelación de los dones y capacidades innatas en cada ser humano.

Antes de entrar en ciertas apreciaciones personales sobre estas tres palabras (humanizada, humanista y humanitaria), que combinadas pueden dar la visión de un mundo muy extraño al conocido en este siglo XXI, es necesario aclarar, para no generar suspicacias en cuanto a mi posición, que he nacido en un país democrático, que vivo en una democracia y que el sistema que me sustenta es capitalista. A su vez, debo reconocer que este sistema capitalista ha dado buenos resultados tanto a los miembros de mi familia como a mí, y por ello, he transmitido estos mismos valores a mi hijo desde muy corta edad, habiéndole proveído permanentemente pequeños montos de dinero y estimulándolo a administrar él mismo sus ahorros para poder adquirir los objetos que mas apreciaba tener; porque tengo bien sabido que el gusto por decidir uno mismo y honradamente la economía de su propia existencia social, ayuda a desarrollar responsabilidad mientras que afirma la personalidad mediante la seguridad en sí mismo, en la propia capacidad, que al final termina alimentando la autoestima.

Estoy convencido que la habilidad para procurarse decentemente un bienestar económico es un asunto de gran envergadura en lo que atañe al crecimiento y evolución de la persona y de la civilización en su conjunto. Sin embargo, cuando la triste realidad se impone y llama a nuestra puerta, toda prosperidad individual se ve opacada, y entonces, en la justicia de concluir un dictamen veraz y fehaciente, debo decir que el sistema en el cual me sostengo se revela abrumadoramente ineficiente.

Fue cuando, sin descuidar mi vida de “mediana clase media”, comencé a tratar de ver la raíz del problema imperante intentando de encausar una ayuda solidaria para no sentirme mal por la sensación de disfrutar la vida y ser feliz. Y fue entonces que descubrí la insensibilidad de nuestro sistema, que a su vez, es causante de mayor insensibilidad en las personas que lo tutelan, ocasionando un efecto de reciprocidad deterioradora que desgasta los valores humanos y la conciencia humanista, incidiendo negativamente en la reducción de los actos humanitarios.

De este modo, sentí profunda perturbación al entender la razón de los motivos que quizá originaron estas fallas, estas fisuras cada vez más hondas, estas brechas cada vez más insondables que se suscitan entre los poderes de esta economía y quienes se han beneficiado de la misma, y, al concluir que vano era mi intento de que todos los padres del mundo pudieran hacer lo mismo que yo hacía con mi hijo. Pero incluso esta posibilidad de educar humilde y sencillamente en las virtudes capitalistas es un desmesurado exceso, comparado con las millones de personas alrededor del planeta que subsisten con menos de un dólar diario, con los cientos de miles de niños que no llegan a la adolescencia al morir prematuramente por desnutrición e inanición, con las millones de familias en el mundo entero que viven sin un techo, abandonados por el sistema, al margen de toda inclusión, y excluidos incluso del derecho a sus propias vidas.

Entonces me pregunté ¿qué estaba pasando aquí? ¿cómo es que la humanidad puede ser promotora o permisiva de que se inviertan miles de millones en tecnología armamentista de la cuál, una gran parte de ella termina desguazándose para dar lugar a una nueva generación de armas más sofisticadas (por lo que afortunadamente no terminan todas usándose en algún conflicto), pero que igualmente el descomunal gasto representa el alimento de toda la población mundial empobrecida por el término de varios años. Y este mero ejemplo no es la única consecuencia del desvío económico y derivación de la riqueza global, sino que la lista es más extensa y mucho más depresiva todavía.

Es a partir de esto cuando opté por brindar mi corazón a la causa de los indefensos, de los desposeídos, de los explotados, de los perdedores. Sí, de los perdedores, pero sin renunciar a las herramientas que me brindó el sistema para poder medianamente igualarme en esta lucha. Pero, que quede bien en claro, que no me he pasado de “bando” como suelen menoscabar y tildar tendenciosamente los politiqueros a todos aquellos que se han rebelado contra el sistema; y lo importante en cuanto a lo que voy a comentar a continuación, es justamente esto, que lo digo desde esta perspectiva, o sea, desde este “bando” (no desde la vereda de enfrente), pero totalmente convencido de entregar mi vida por el otro, desde aquí mismo, desde las propias entrañas del sistema.

Realmente, no sería ningún problema si todo se redujera a “dos bandos”, pero el inconveniente emergente del desequilibrio económico mundial es mucho más grave y tiene multiplicadas aristas, abarcando numerosas capas de las sociedades organizadas a nivel multinacional, poderes, políticas, creencias y sistemas diferentes, contra las que ni Gandhi, ni la Madre Teresa, ni Nelson Mandela, ni Mao, ni Martín Luter King, ni Ho Chi Minh, ni el Che, entre cientos de miles activistas y revolucionarios más por el bien social, pudieron hacer algo para revertir el caos que se refleja en la actualidad; aunque bien, ellos representan y seguirán simbolizando las fuerzas y el espíritu indoblegable de las muchas generaciones que alzan sus reclamos y repudio contra la injusticia y la desigualdad, la discriminación y la explotación; porque no se trata de que alguien en particular salve a la humanidad, sino de que la humanidad aprenda a salvarse a sí misma.

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La Política de la Revolución Pedagógica de una Nueva Educación Humanizada, Humanista y Humanitaria puede encuadrarse dentro de la teoría:
Neo-socialismo filoecoambientalista

Cuyos siete principios más destacados son:

· Establecer y proveer una asistencia Médica y Educativa R.P., libre y gratuita para toda la población.

· Patrocinar la integración laboral popular en todos los estratos sociales y erradicar la mano de obra desocupada.

· Nacionalizar todos los productos y establecer una economía interna autosustentable independiente del mercado globalizado.

· Reducir la diferencia entre las clases media y alta en un contexto de heterodoxia social, y elevar la calidad de la clase baja para que no hayan más indigentes ni pobres en la sociedad, hasta suprimir la clase baja.

· Conservar el medio ambiente, preservar las fuentes renovables y promover cuidados intensivos de la fauna y flora por el bien de las generaciones futuras.

· Revalorización permanente de todas las culturas, credos y artes mundiales, en el marco del libre consenso popular, librepensamiento y gozo inalienable de los derechos humanos.

· Desarme armamentístico y abolición de todo conflicto bélico, desarme de la población, y reeducación de los alteradores del orden público.

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sábado, 10 de mayo de 2008

Crítica Completa (1ª)

Democracia Capitalista Humanizada (Humanista y Humanitaria)

· Crítica al Capitalismo

· Crítica al Comunismo y al Socialismo

· Crítica a la Democracia

· La solución en un Nuevo Sistema alternativo

por Aon

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde aquellas épocas de antaño, anteriores a nuestra era, en las que predominaba el sistema de trueque, y pasando por otras variantes de intercambio en el proceso de mercantilización, el capitalismo del siglo XVIII se alza definitivamente sobre el cadáver de la “economía feudal” (que rigió hasta el siglo XV), con la dirección ideológica de uno de sus más grandes exponentes, Adam Smith (1723-1790), quien proclamaba que éste es el medio más adecuado para posibilitar la Revolución Industrial a nivel nacional, y más tarde a nivel internacional para llegar al mercado globalizado de la actualidad. Su visión enmarcada en la “economía clásica” de la especialización del trabajo y del libre mercado (contemporánea de la “economía fisiocrática”), fue el motor que puso en marcha el crecimiento de la sociedad moderna.
Es evidente que sin esta nueva composición económica, la humanidad no se hubiera desarrollado de la forma que lo hizo, y en el caso de haber persistido en el modelo anterior o se hubiera podido sostener este crecimiento. Sin embargo, esta ciencia económica dista de la filosofía moral y la ética elevada que los primeros visionarios le imprimieron; llegando a ser, además del símbolo principal del progreso, una forma indirecta de exterminio masivo silencioso para todos aquellos que no pudieron insertarse y adaptarse a este nuevo movimiento, por el sólo hecho de no haber sido parte del destino evolutivo económico de la civilización. Semejante a una tétrica «selección natural», capaz de aniquilar millones de seres sin el recurso de un solo disparo o de una guerra, sin la abominación de genocidios y holocaustos, ni necesidad de propagación de pestes transportadas con la misma colonización imperialista, aunque, obviamente, todo esto se sumó para acelerar la extinción de toda otra forma de interdependencia humana e interrelación de los dones y capacidades innatas en cada ser humano.

Antes de entrar en ciertas apreciaciones personales sobre estas tres palabras (humanizada, humanista y humanitaria), que combinadas pueden dar la visión de un mundo muy extraño al conocido en este siglo XXI, es necesario aclarar, para no generar suspicacias en cuanto a mi posición, que he nacido en un país democrático, que vivo en una democracia y que el sistema que me sustenta es capitalista. A su vez, debo reconocer que este sistema capitalista ha dado buenos resultados tanto a los miembros de mi familia como a mí, y por ello, he transmitido estos mismos valores a mi hijo desde muy corta edad, habiéndole proveído permanentemente pequeños montos de dinero y estimulándolo a administrar él mismo sus ahorros para poder adquirir los objetos que mas apreciaba tener; porque tengo bien sabido que el gusto por decidir uno mismo y honradamente la economía de su propia existencia social, ayuda a desarrollar responsabilidad mientras que afirma la personalidad mediante la seguridad en sí mismo, en la propia capacidad, que al final termina alimentando la autoestima.
Estoy convencido que la habilidad para procurarse decentemente un bienestar económico es un asunto de gran envergadura en lo que atañe al crecimiento y evolución de la persona y de la civilización en su conjunto. Sin embargo, cuando la triste realidad se impone y llama a nuestra puerta, toda prosperidad individual se ve opacada, y entonces, en la justicia de concluir un dictamen veraz y fehaciente, debo decir que el sistema en el cual me sostengo se revela abrumadoramente ineficiente.
Fue cuando, sin descuidar mi vida de “mediana clase media”, comencé a tratar de ver la raíz del problema imperante intentando de encausar una ayuda solidaria para no sentirme mal por la sensación de disfrutar la vida y ser feliz. Y fue entonces que descubrí la insensibilidad de nuestro sistema, que a su vez, es causante de mayor insensibilidad en las personas que lo tutelan, ocasionando un efecto de reciprocidad deterioradora que desgasta los valores humanos y la conciencia humanista, incidiendo negativamente en la reducción de los actos humanitarios.
De este modo, sentí profunda perturbación al entender la razón de los motivos que quizá originaron estas fallas, estas fisuras cada vez más hondas, estas brechas cada vez más insondables que se suscitan entre los poderes de esta economía y quienes se han beneficiado de la misma, y, al concluir que vano era mi intento de que todos los padres del mundo pudieran hacer lo mismo que yo hacía con mi hijo. Pero incluso esta posibilidad de educar humilde y sencillamente en las virtudes capitalistas es un desmesurado exceso, comparado con las millones de personas alrededor del planeta que subsisten con menos de un dólar diario, con los cientos de miles de niños que no llegan a la adolescencia al morir prematuramente por desnutrición e inanición, con las millones de familias en el mundo entero que viven sin un techo, abandonados por el sistema, al margen de toda inclusión, y excluidos incluso del derecho a sus propias vidas.
Entonces me pregunté ¿qué estaba pasando aquí? ¿cómo es que la humanidad puede ser promotora o permisiva de que se inviertan miles de millones en tecnología armamentista de la cuál, una gran parte de ella termina desguazándose para dar lugar a una nueva generación de armas más sofisticadas (por lo que afortunadamente no terminan todas usándose en algún conflicto), pero que igualmente el descomunal gasto representa el alimento de toda la población mundial empobrecida por el término de varios años. Y este mero ejemplo no es la única consecuencia del desvío económico y derivación de la riqueza global, sino que la lista es más extensa y mucho más depresiva todavía.
Es a partir de esto cuando opté por brindar mi corazón a la causa de los indefensos, de los desposeídos, de los explotados, de los perdedores. Sí, de los perdedores, pero sin renunciar a las herramientas que me brindó el sistema para poder medianamente igualarme en esta lucha. Pero, que quede bien en claro, que no me he pasado de “bando” como suelen menoscabar y tildar tendenciosamente los politiqueros a todos aquellos que se han rebelado contra el sistema; y lo importante en cuanto a lo que voy a comentar a continuación, es justamente esto, que lo digo desde esta perspectiva, o sea, desde este “bando” (no desde la vereda de enfrente), pero totalmente convencido de entregar mi vida por el otro, desde aquí mismo, desde las propias entrañas del sistema.

Realmente, no sería ningún problema si todo se redujera a “dos bandos”, pero el inconveniente emergente del desequilibrio económico mundial es mucho más grave y tiene multiplicadas aristas, abarcando numerosas capas de las sociedades organizadas a nivel multinacional, poderes, políticas, creencias y sistemas diferentes, contra las que ni Gandhi, ni la Madre Teresa, ni Nelson Mandela, ni Mao, ni Martín Luter King, ni Ho Chi Minh, ni el Che, entre cientos de miles activistas y revolucionarios más por el bien social, pudieron hacer algo para revertir el caos que se refleja en la actualidad; aunque bien, ellos representan y seguirán simbolizando las fuerzas y el espíritu indoblegable de las muchas generaciones que alzan sus reclamos y repudio contra la injusticia y la desigualdad, la discriminación y la explotación; porque no se trata de que alguien en particular salve a la humanidad, sino de que la humanidad aprenda a salvarse a sí misma.

Anónimo dijo...

Entonces, desde esta postura es que avanzo sigiloso en la dirección de todos aquellos que ofrecen una alternativa mejor de lucha, para no volver a cometer los mismos errores de los primeros vanguardistas de la revolución, y para poder encontrar esos otros “kurushetras” (campos de batalla) que permitan un florecimiento de la revolución orientada a la auténtica transformación de las relaciones humanas.
Porque anhelar dilucidar las causas substanciales del modelo socioeconómico interactuante entre los estados gubernamentales del mundo, que afecta directa e indirectamente a la forma de vida de la totalidad de la población global, es para mí una actitud básica de todo humanista que procure el bien común universal. Justamente, la intensidad de este anhelo es lo que marca la diferencia entre la visión integradora de una conciencia amplia y la apreciación parcial de una mentalidad estrecha, y tratando de hallar la lucidez poco frecuente de la primera opción, fue que me encontré no por azar, sino por recomendación, con el esclarecimiento audaz de Von Mises.

Seguramente, quien más se ha acercado a la idea de un entorno económico más eficiente (dentro del capitalismo), ha sido Von Mises, padre de la economía neoliberalista dentro de la estructura democrática. No obstante, sus puntos de vista dirigidos únicamente al aspecto materialista del ser humano, hace que su tesis no esté completa al dejar de lado los aspectos artístico y espiritual como compuestos integrales de los dones humanos esenciales. Estudiar al hombre sólo a partir de su apego al materialismo es ignorar a todas aquellas otras personas que en la extensa y larga historia que han renunciado a ello, y aun así vivieron mejor en esta bendita tierra.
De hecho, hasta hemos conocido movimientos de renunciantes por todo oriente y en occidente, que han subsistido, y que aun se mantienen sin dependencia de ningún sistema capitalista. Antropólogos del siglo XIX dan cuenta de esto al descubrir pueblos de Nueva Guinea y Madagascar que aun viven como en la tercera fase de la era neolítica, comprobando que han subsistido durante millones de años sin un sistema capitalista; y su historia es la evidencia de lo bien que estaban hasta la invasión turística del nuevo mundo capitalista.
En este punto es donde la teoría muestra sus fisuras y brechas insondables, que conducen inexorablemente a la impracticable aplicación de sus principios. La humanidad ha vivido durante millones de años sin ningún sistema capitalista, e incluso en poblaciones mucho más numerosas que en algunas ciudades importantes de hoy en día siguen viviendo sin economías de libre mercado. Sólo mirar a la China o a la India antigua, nos da cuenta de esto, o en la misma América con civilizaciones como los Mayas basadas en distintos sistemas.
Sostengo esto, aun habiendo afirmado que la estrecha relación entre este sistema capitalista y el desarrollo moderno es inseparable.

Dice Ludwig Von Mises:
“Aquel que desdeñe el descenso de la mortalidad infantil y la gradual desaparición de las hambrunas y de las plagas puede arrojar la primera piedra sobre el materialismo de los economistas.”
Sus ideas altruistas lo llevaron hasta la ingenuidad, al punto de tomar las palabras del Cristo de los Evangelios expresadas ante el levantamiento contra Magdalena y sus pecados, como si la sombra siniestra que recae sobre la manipulación económica de la macropolítica mafiosa organizada se asemejara en algo a la dulzura e inocencia seductora de María Magdalena. De todos modos, Von Mises creía fervientemente en ello, por eso digo que es ingenuo y no malicioso.
Si habláramos de una reducción de pobreza (cosas que se está agudizando desde el 11/9), no provendría precisamente de la economía neoliberal sino de la redistribución de las ganancias y de la regulación de la producción para mantener el equilibrio en la explotación de los recursos naturales y asegurar así el empleo de mano de obra repartida, pues, si los monopolios apuntaran sólo a lo que es más redituable, tanto los recursos como el empleo estarían en peligro de extinción. Por lo tanto, Mises debería haberse referido a las leyes reguladoras de redistribución y no al materialismo de los economistas, claro que esto hubiera estado en contra de sus propias creencias.

El Banco Mundial asegura una notable reducción de la pobreza en 1981, pero no aclara cuántas personas han muerto a causa del hambre, de la desnutrición, del frío, de la enfermedad por falta de recursos sanitarios. Porque si no se cuentan estas muertes, la estadísticas siempre estarán mal hechas. Es completamente incongruente, ya que si se exterminan a todos los pobres de la tierra con una bomba atómica o un virus para indigentes, es seguro que las estadísticas darán a favor del capitalismo, pero esto no querrá decir que el sistema sea adecuado en un cien por ciento. Porque si en esto del cálculo exacto falla, realmente, tendrá que recurrirse eternamente una y otra vez a la “limpieza” de la clase pobre, porque aparecerán, y aparecerán, y aparecerán, y los números nunca reflejarán la realidad.
Obviamente, como tenía que ser, más allá de sus declaraciones anteriores, el Banco Mundial está reconociendo que la reducción de la pobreza de 1981 viene desacelerándose en los últimos años a partir del siglo XXI. Seguramente es a causa de que las organizaciones humanitarias están disminuyendo la mortandad entre los pobres, por eso se acrecientan los números. ¡Todas estas estadísticas tendenciosas están muy mal hechas! Los pobres siguen estando allí, a la vuelta de la esquina y cada vez son más, ya sea que son más los que se están muriendo o más los que están sobreviviendo, según la política de turno; pero las dos proporciones deberían ser tenidas en cuenta en la misma medida de evaluar los resultados capitalistas.
Y digamos, por ejemplo, las clases medias bajas ¿dónde las insertamos dentro de estas estadísticas?, bueno, porque indigentes no son, pero tampoco llevan un vida digna como para alabar el sistema. Es esta clase media baja, de gente que trabaja en negro, que es explotada, que es maltratada, que se las obliga a hacer cama caliente... y sí, claro que ganan un sueldo miserable, pero eso no es suficiente para no incluirlos en las estadísticas que denigran al sistema. Por supuesto que si se cuenta solamente a quienes viven con menos de un dólar diario el número de pobres será muy inferior a la suma quintuplicada que surgiría si se cuentan a quienes viven con tres dólares diarios, que igualmente se trata de pobres. ¿Quién decide la cifra de la pobreza para confeccionar la estadística? Así que estamos viviendo sobre una gran mentira.
La ONU asegura que en 2007 la “pobreza extrema” asciende a mil millones de personas... “1.000.000.000” de seres humanos, y estos no son números solamente, sino que son almas detrás de ellos; y esta estadística está hecha sólo en base a los que ganan ¡medio dólar por día! Por eso, también está mal hecha para poder determinar una evaluación que se aproxime más a la realidad, porque ¿y los demás pobres que viven con más de medio dólar y las clases medias bajas también empobrecidas dónde están contados?, que si bien no están al borde de la inanición, deben ser considerados igualmente como parte de las fallas del sistema, de lo contrario nunca se intentará remediarlo ni tan solo mejorarlo.
Asimismo, con los enfrentamientos que están sucediendo en el mundo entero y principalmente en medio oriente, ¡seguro que se podría esperar una reducción temporal de la pobreza y de la clase media baja! pero sólo por exterminio de las poblaciones no por enriquecimiento. Por el contrario, si se acabaran los conflictos, el sistema colapsaría inexorablemente con la sobrepoblación. Esto significa que algo está mal. No es normal que tenga que recurrirse a la guerra como medio compensador de lo que no funciona en el sistema, porque este exterminio regulado por los poderes capitalistas, tarde o temprano no sólo nos llevará a la autodestrucción definitiva, sino, mediante una agonía paulatina.

Anónimo dijo...

Este teórico de la Economía Liberal, también anunció lo siguiente: “Todo impuesto específico, así como todo el sistema de impuestos de una nación, se invalida a sí mismo por encima de una cierta tasa de impuestos”, lo cual sería como decir que toda la riqueza del capitalismo se invalida a sí misma por encima de un determinado porcentaje de ganancias. Aunque este segundo punto, sí debería ser una ley universal por el bien de la civilización humana.

Al menos trataré de honrar con el presente bosquejo por lo menos una de las frases célebres de este teórico de la nueva economía, esa que dice así:
“La función biológica de la Razón es el preservar y el promover la vida y el retrasar su extinción todo lo que sea posible. Pensar y actuar no son cosas contrarias a la naturaleza; son, más bien, las características sobresalientes de la naturaleza del hombre. Y la clase de aquellos que tienen la habilidad de pensar sus propios pensamientos está separada por un océano infranqueable de la clase de los que no la tienen.
El criterio de la verdad es que funciona incluso cuando nadie está preparado para reconocerlo.”

Y, sí, Von Mises tiene algo del socialismo del Che cuando habla de “libertad económica” para los grandes productores del mercado globalizado. Porque también el Che hablaba de libertad para los oprimidos y sojuzgados, sin embargo, aunque ambos hablan de libertades y usaban la misma palabra, todavía es algo que los pueblos no han llegado a experimentar, ni siquiera a conocer. Ni lo podrán ser alguna vez jamás, digo, ser libres, porque todavía nadie sabe lo que es exactamente la libertad, si al fin de cuentas, eso que pregonan los entendidos termina siendo esclavitud para todos los demás, ¿no? Pues, los colonizadores imperialistas bien fue que aseguraron sentirse lo suficientemente libres y en el total derecho de libertad para sojuzgar, oprimir y esclavizar, y hasta para exterminar al prójimo.
Es difícil lo de la libertad, sobre todo teniendo en cuenta la mente que la interpreta y que trata de imponerla.
Claro que mencionar al Che, ahora mismo, en los principios de este bosquejo es seguramente causa de tensiones para los lectores leales al capitalismo y motivo para que ya se cierren y se endurezcan a lo que a continuación trataré de exponer; pero es necesario no fanatizarse y reconocer que los sistemas, sin excluir ninguno, sino que todos, absolutamente todos han fallado. Y digo esto porque no puedo apartar mi enojo ante ciertas incoherencias de las “sociedades civilizadas”. No hay socialismo ni capitalismo ni comunismo ni monarquías que hayan logrado hacer prosperar la civilización hasta el florecimiento de su intrínseca humanidad, ni tampoco hubo términos medios ni males menores.
Si no se revierte la situación actual, el horizonte que se vislumbra es sombrío, porque la humanidad se encuentra en un grave peligro, sólo al medir las consecuencias capitalistas en el impacto ambiental.

Dos mil años de capitalismo democrático y aún no se ha visto ningún progreso substancial a no ser por el poder que han adquirido los grandes imperios para someter a los pueblos más débiles (si es que contemplamos el porcentaje entre los que son beneficiados y los que son perjudicados a nivel mundial por el uso de este poder). Se han construido enormes rascacielos, se ha concebido una tecnología increíblemente desarrollada, se ha organizado una parte de la civilización en la opulencia materialista rebalsada de dinero y en el efímero confort de la chatura temporal de los bienes terrenos, pero poco se ha crecido en conciencia y en humanismo. Claro que esta es mi fotografía sólo de los grandes poderes políticos y de su accionar multinacional del siglo XX y XXI (sin dejar de tener en cuenta sus ínfimos éxitos), pero de ningún modo es la imagen que tengo de las mayorías de los pueblos humildes, artesanos, artísticos, libre pensadores, poetas, escritores, músicos, maestros en el compartir, artistas en todos los sentidos y hermosamente creativos, espiritualmente bellos, que se encuentran esparcidos por el mundo entero, y que jamás participan de la última decisión que toman los gobiernos, ni aun con sus votos en plena democracia.

Ludwig Von Mises es un teórico de la economía neoliberal y él aportó nuevos horizontes a la rigidez clásica, y seguramente el sistema que el visualizó es mejor que otras posturas dentro del capitalismo. Pero su visión igualmente falla en la misma base de la libertad capitalista que proclama, ya que para que ésta realmente funcione y sea próspera para toda vida que de a luz nuestra bendita madre tierra (y no sólo para beneficio de unos pocos poderosos enriquecidos), es menester, invariablemente, que su filosofía esté acompañada por una toma de conciencia y por un despertar de la conciencia, para poder de este modo elevar al hombre a un acto de grandeza. Sin esta superación de conciencia, sin esta expansión de la conciencia que vuelva a los seres humanos más sensibles, es imposible que la economía neoliberalista de Von Mises funcione alguna vez. Pues, para que ella funcione, se precisa humanismo de parte de los grandes economistas aplicado al comercio globalizado.

Ahora bien, tal como está la conciencia en este período histórico, si se espera que los grandes capitalistas del mundo redistribuyan las riquezas obtenidas por propia voluntad, es decir, que sean ellos quiénes decidan cuánto aportarán de sus ganancias para ser destinado a una sociedad sustentable, y que no sean los gobiernos que tomen las medidas reguladoras, es realmente una quimera, porque a lo sumo terminarán ofreciendo sus sobras y hasta los desperdicios. Hay que reconocer la naturaleza humana en su distorsión antes de esperar algo de las personas, y Von Mises profundizó el orden intrínseco de la acción humana y puso al frente la Praxeología con su punto de vista particular, asegurando que el individuo busca su propia realización personal y que el modo de acrecentar su bienestar es superando todo des-confort preponderante; pero él se olvida que el ser humano es un disconformista nato, que es un ambicioso empedernido, porque siempre quiere más, y nunca le alcanza nada, nunca le es suficiente incluso teniéndolo todo, porque por mucho que posea, quiere tener más y más. Acaso, ¿no es esta la causa principal del mal que ha llevado a la carrera del armamentismo desenfrenado o al sueño de clavar bandera hasta en la luna sin antes intentar tan siquiera, y no digo remediar completamente, sino, al menos paliar la indigencia humana extendida por todo el globo terráqueo. ¿Qué es esto? ¿no es demencia?

Anónimo dijo...

Según lo entiendo, tampoco poner un tope a las ganancias de los acaudalados sería una solución (tal como él también estaba en desacuerdo), porque el ser humano es astuto por excelencia (pienso yo) y rápidamente vería la manera de duplicar sus ingresos mediante otros mecanismos marginales y subterfugios legales, clandestinos y subterráneos, en una palabra, ilegales o deshonestos, como a través de empresas gemelas, testaferros, coimas de terceros como salvoconductos o “permisos” para poder insertarse en el mercado y operar con “libertad”, y otras corrupciones más ¿no? Incluso, aunque el gobierno tuviera el suficiente poder como para establecer reglas incorruptibles de regulaciones para la redistribución económica, los empresarios entonces trabajarían justo hasta ese tope y no más allá, por lo tanto, tampoco habría más dividendos para redistribuir y nunca llegarían las ganancias a las clases más bajas; de la misma manera que sucede en la actualidad.
Por supuesto, Von Mises se opuso a la intervención del estado y sostuvo férreamente que dejar que la economía se autorregule es la mejor opción de crecimiento social, pero si comprendiera él la naturaleza humana integral y no parcialmente (es decir, en un solo aspecto), también hubiera llegado a la conclusión de que esto es igualmente impracticable, digo, esperar que los monopolios y las multinacionales entreguen parte de sus ganancias por si mismos para contribuir con una humanidad más próspera, porque está comprobado de que la única manera que anhelan estos “benefactores” una humanidad floreciente es a partir de que cada uno pague lo que ellos producen y venden, nada más, y evitar por todos los medios reducir sus ingresos por los impuestos o retenciones.
Pero es inútil, porque hay una gran porción de la humanidad que no puede costear estos precios, ya que son excluidos del sistema y son los descendientes de saqueos y explotaciones milenarias, resabios de dictaduras económicas y poderes políticos corrompidos por la ignorancia del fundamentalismo racista y xenofóbico que ha prevalecido en el curso de la historia; y ya no pueden levantar cabeza por sí solos, porque únicamente lo podrán hacer con la mano piadosa de los poderes dueños del capital.
Y es así, gran parte de la humanidad no puede pagar lo que el mercado capitalista ofrece, pero parece que pocos son los que saben esto, o es que la mayoría se hace la distraída mirando hacia otro lado. Seguramente habrán pensado estos distraídos capitalistas que en algún momento toda esta muchedumbre indigente se moriría, y que todo era cuestión de esperar una generación o dos a lo sumo, hasta que fallecieran por desamparo político; quizá, estaban esperando esto, porque no llego a comprender los beneficios de esta teoría especulativa a nivel colectivo como una solución para las masas más pobres y sumergidas. Pero, ¡y claro! al final resultó todo lo contrario, pues, cada vez son más los indigentes. Se mueren de a miles cada día y siguen apareciendo más de forma multiplicada. O sea, más se mueren, más aparecen. Así que el razonamiento de que alguna vez desaparecerán por la indeferencia económica y gubernamental es completamente absurdo y falso, porque este razonamiento no contempla que por cada pobre que se muere nacen diez, y desconoce que por cada persona que pasa de la clase media a la rica, veinte o más están descendiendo al nivel de la pobreza.
¡No! no creo que la indiferencia sea el camino; por otro lado, es imposible que los aliados de bush´s agrupados en la cofradía del “eje del bien” contra los del eje del mal (referidos a los de medio oriente, oriente, latinos, y dentro de poco también, el resto de la comunidad europea que no quiera alinearse a sus morbosos planes) despierten algo de sensibilidad por los más pobres del planeta. De ningún modo es ésta la manera, esperando que se mueran los marginados del sistema, para jactarse de que la teoría capitalista ha sido todo un éxito, porque así no se hace próspero ni digno ningún método. Así, no se configura ninguna estadística ¿no?
Es un hecho fehaciente, que han muerto millones de personas en los últimos años debido a la lucha por el poder de los grandes imperios, debido al abandono político hacia los pobres y debido a campañas inhumanas de exclusión ¡y estas cifras de muertes por penurias son tomadas a favor del capitalismo argumentando que ha disminuido el nivel de pobreza!
La realidad es que ¡el pobre no puede pagar!
¿Qué más se pretende de ellos?, ¿qué se mueran?, porque está visto que esto no da ningún resultado más que la ignominia para quienes se ocuparon de la gobernación de los países. ¿Qué se espera, que estos indigentes se inserten en la economía neoliberal? ¿Cómo? ¿de qué manera?
En África hay gente que camina decenas de kilómetros por agua contaminada diariamente, sí, por agua contaminada, por agua sucia y peligrosa para la salud, teniendo a pocos metros de sus propias casas agua potable, pura y cristalina que sale de expendedores colocados por la “Company Coqui Coli” o algún otro muy parecido (porque a esta altura da lo mismo quién es o deja de ser el responsable, si al final se trata siempre de monopolios), y esta pobre gente africana ni siquiera cuenta con la monedita que requiere el surtidor para ofrecer un litro de agua. Es irónico ver a estos seres humanos altos, desgarbados y de costillas sobresalientes, pasar por delante de estos expendedores cromados con sus baldes agujereados y perdiendo el líquido inmundo obtenido de napas pestilentes al que no les queda más que aceptar como sagrado.

No se puede explicar humanamente hablando, cómo con todo esto (y téngase en cuenta que lo mencionado es apenas un grano de arena y no lo más triste, porque suceden todavía cosas más aberrantes aunque no se pueda creer)... no se entiende como hay personas tan fanatizada por la democracia que avala la desviación de las riquezas del capitalismo al armamentismo y al desarrollo de tecnología nuclear de punta para la guerra, y destinada al malgasto en un colosal aparato militar de inconmensurable proporciones, infinitamente multimillonario (en euros digamos, claro, porque los dólares se desmoronan, a menos que se inicie la guerra contra Irán), con el único propósito de asegurar la multiplicación de capitales, y más y más capitales ¿...? sólo para iniciar otra vez la producción de armas, sí, otra vez, sin reconocer que la caída del billete será al final igualmente inexorable, con o sin armas. Y todo esto para una mera postergación del colapso inevitable de estas políticas infames.
La humanidad que sigue este camino, por supuesto que ya se orientó hacia la autodestrucción. Pues, ¿nadie repara en el enorme arsenal nuclear acumulado en todo el mundo? ¡Vamos, Ludwig Von Mises! ¡piense!, ¿qué haremos cuando uno de estos almacenes nucleares detonen? ya sea por fatalidad o por la mano voluntaria del hombre... ¿qué haremos con todas las inmejorables estadísticas resultantes de la libre economía? Las ojivas nucleares se encuentran almacenadas por todo el mundo en los cuarteles de muchos gobiernos, en la cantidad suficiente como para destruir la tierra completamente más de veinte veces.

Anónimo dijo...

Hoy en día hay retenciones, impuestos a las ganancias, porcentajes de coparticipación y otros artilugios más para extraerles unas monedas a los enriquecidos, y aun así, esta táctica no ha sido suficiente. Elevar demasiado estos impuestos conduce a una guerra civil e incluso una guerra entre estados, reducirlos implica el martirio del pueblo de las clases obreras, y liberar la economía conforme al laissez-faire de Von Mises es en definitiva, la inexorable extinción de la clase pobre de modo directo, sin tantas vueltas, y una extinción no porque los pobres avancen quizás a una clase media mejor (como se suele decir en el neoliberalismo), sino por abandono a la muerte a causa de la dejadez política. Y no es que el concepto neoliberal esté equivocado, de hecho es muy altruista en casi todos sus conceptos, pero en su base no está reconociendo la real naturaleza humana, que para que haga honor a la inteligencia, antes debe ser reeducada en los valores humanistas del amor al prójimo y respeto por la naturaleza.

En el http://www de Wikipedia, se describe la praxeología como la ciencia que define al hombre de acción como un ser capaz de pensar lógicamente pero que al menos debe padecer una contrariedad para poder reaccionar conforme a esa lógica innata que posee. ¡¿Pero de que lógica nos habla?!, me pregunto, ¿será la lógica del ser humano que considera un obstáculo el color de piel, la raza, los credos, las clases sociales y hasta las castas? por lo que sí se moviliza y organiza en función de eso para aniquilar todo lo contrario a sus propias creencias. Bueno, al menos hasta el presente la definición de la praxeología se ha aplicado perfectamente en este sentido. Sin embargo, Von Mises la reinventa diciendo: “Las personas reaccionan conforme a sus necesidades e intentarán alcanzar aquello que consideren más vital en sus circunstancias particulares, progresando en sus adquisiciones desde las más prioritarias hasta las más superfluas, y por cada uno de los logros alcanzados irá perdiendo más valor por las posesiones, hasta llegar al punto de no precisar más, conforme al principio de la «utilidad marginal decreciente».”
Es excelente esta definición, si no fuera porque la ambición humana no tiene límite, claro que dicha tendencia desenfrenada no se salva en su posesividad y apego desesperado al materialismo, del vacío e insatisfacción alcanzada sobre todo en el cenit de la opulencia, según bien lo señala Von Mises.
Desde ya que tampoco hace falta llegar a la cima de la riqueza para conocer esta desazón y experimentar la falta de estímulo para aventurarse a nuevos horizontes, ya sean artísticos o espirituales, digo, no religiosos ni de algún otro tipo de materialismo, por lo cual se cae en esa inercia interior o insatisfacción mundana después de haber alcanzado una mini riqueza, una pequeña empresa, la casa, el campo de veraneo, los dos automóviles, una buena entrada económica, una futura regia pensión, y por haber formado una familia tipo y contar con un grupo de amigos, para entonces menoscabar el esfuerzo por una vida más viva, intensamente vivida, y ya no necesitar soñar con un movimiento de hermandad solidaria por las generaciones presentes y por las que vendrán; y por supuesto, que esta negación no es a causa de haber calificado a una acción semejante de utópica, sino debido al mismo espíritu mediocrizado por el nivel de riqueza alcanzado.
Muchos habitantes de las ciudades del primer mundo ya comienzan a padecer el letargo de una vida adormecida y monótonamente sumergida en el regazo del capital logrado y los bienes poseídos, honestamente alcanzados, claro que sí, no digo lo contrario, pero que ya afecta a millones de jóvenes del primer mundo.
Desde ya que en esto doy toda la razón a Von Mises respecto al accionar movilizador de las personas cuando hay un obstáculo, sólo que los de abajo, los excluidos e indigentes nunca tendrán esta opción y jamás podrán salir de sus miserias (con algunas excepciones) por más obstáculos que encuentren en su intento, hagan lo que hagan, se esfuercen hasta la muerte. Porque el sistema, tal como está, se los prohíbe, indirecta o concretamente, pues siguen siendo esta gente materia prima necesaria de explotación como mano de obra barata o regalada, discriminadas por su condición, bastardeadas por la política por ser víctimas de los residuos del capitalismo democrático que, a su vez, quieren desconocer, desmentir y ocultar.
Nadie quiere hacerse cargo de ellos, ni las economías liberales, ni las reguladas por el estado, nadie. Pero irónicamente, al mismo tiempo los necesitan para explotarlos como mano de obra barata y así poder reducir los gastos y aumentar los ingresos.
Hasta ahora sólo parece que únicamente a los socialistas y comunistas les interesa esta gente. Es que el capitalismo yerra en su tremendo egoísmo y en su desequilibrio posesivo por los bienes de la tierra, de la tierra digo, no de los seres humanos que igualitariamente tienen derecho ya que son productos de la Existencia ofrecidos para todos sin distinción.

Bueno, pero entonces, ¿cómo se lograría un ajuste equilibrado para encontrar alguna vez la armonía social para todas las clases?
Decía casi al comienzo: “Sin un verdadero despertar de conciencia que ayude a los seres humanos a volverse más sensibles, es imposible que algún sistema alcance alguna vez el esplendor anhelado”.
¿Pero, cómo se hace para despertar dicha conciencia?
Pues, únicamente con educación, con enseñanzas nobles y altruistas, con una intensa cultura transformadora desde la misma niñez; solamente así se logrará un nivel más elevado de conciencia, y aunque se tenga que esperar que la generación educada sea adulta para recién ver los resultados de esta pedagogía, no importa, vale más esa espera paciente productiva a que no suceda nunca.
Por supuesto que la primera generación educadora jamás verá el cambio, esto está claro, sino que deberá dejar lugar a las nuevas generaciones de educadores para que se afiance y se profundice la permutación hacia una nueva sociedad mundial humanizada. Es evidente que gestar esta nueva educación revolucionaria es, justamente, la base para el verdadero cambio, puesto que el conocimiento de los valores es la raíz de toda metamorfosis y la esencia medular de una auténtica transformación. Y desde ya que la acción de los educadores será un acto filantrópico, porque no velarán por ellos mismos sino por el futuro de la humanidad y por un mejor y gran porvenir para las generaciones venideras.
De esta manera, la educación actual debe modificarse radicalmente para formar los futuros empresarios que redistribuirían sus riquezas a partir de sus propias convicciones humanitarias, sin ninguna necesidad de regulación externa, los que trabajarán dignamente en el más alto estadio de grandeza humana por el mundo entero, por la vida en su conjunto, ya que ellos serán quienes resguardarán los derechos de todos los seres, y ellos preservarán la igualdad entre las culturas, patrocinarán la hermandad de los pueblos, y sostendrán que la vida humana es una sola en la tierra, sin discriminaciones ni diferencias.
Pero todo esto sólo es posible con educación.
En esto consiste la Revolución Pedagógica de una Nueva Educación que debe impulsarse urgentemente a nivel planetario. No hay otro camino que el de expandir la conciencia a partir de una educación humanizada, más humanista y más humanitaria, solidaria entre los seres humanos y respetuosa hacia las otras especies, por el bien común nuestro y el de las futuras generaciones.
Este es un llamado a los gobiernos del mundo, que no puede llegar hasta ellos para hacerse escuchar, si no es por la voz del pueblo, porque nada bueno sucederá jamás por sí sólo en una sociedad que se ha despistado de ruta y muchas veces, hasta desbarrancado; la nueva educación no se producirá por sí sola, hay que formarla, hay que enseñarla, y en este sentido, sí que también han fallado todos los gobernantes del planeta.
Déjese por unos años la enseñanza de los números y las matemáticas, la historia y la geografía, porque, ¿para qué enseñar estas materias desde el primer grado?, ¿qué se pretende formar? quizás sea sólo para fortalecer el hemisferio izquierdo, el analítico (que tantos genocidios y holocaustos ha regado por la humanidad); es tiempo de estimular más el hemisferio derecho de la intuición, de la creatividad artística, del gusto por la belleza de expresión por el solo hecho de expresar las bondades del ser humano esencial, desde donde pulsa el sentimiento amoroso y tierno; por eso es tan imperioso modificar la educación actual urgentemente, e incorporar las materias de nuestros ancestros, de aquellos aborígenes que respetaban la naturaleza y la vida en su conjunto ante todo, que desarrollaban una educación más orientada a la naturalidad y no tanto a la competencia económica, sostenida por los valores de las virtudes más preciadas de los seres humanos, y no tanto por la imagen externa y superficial de las apariencias modernistas.

Anónimo dijo...

Las cinco críticas básicas, al Capitalismo Neoliberalista, al Capitalismo Clásico, al Socialismo, al Comunismo y a la Democracia, para consensuar una alternativa como solución ante la indignidad imperante:

Crítica al Capitalismo

Dice el mentor del neoliberalismo económico Ludwig Von Mises, como núcleo de su teoría: “En el libre mercado mundial (no regulado por ningún estado) los propietarios son los representantes de los que consumen, por lo tanto, son los consumidores los que determinan cuáles empresas se benefician por la venta de los artículos que producen, conforme a la libre elección de compra y decisión de cada consumidor. El mercado libre o laissez-faire permite la auto-planificación económica de los empresarios para lograr un desarrollo y rendimiento fructífero de su operatividad a través de una táctica competitiva superior, conducente a mejorar la tecnología para ofrecer un mejor servicio y aumentar la capacidad de procurar más y mejores productos a la sociedad. Es necesario comprender que el éxito empresarial que se haya logrado plasmar a partir de los negocios, no daña a una sociedad, sino por el contrario, mejora la condición de vida de todos los habitantes de un país, al punto que hay que considerar que en el proceso de libre competencia, hay sitio para todo el mundo, incluso para los que tienen capacidades menos sobresalientes o reducidas.”

Analicemos sintéticamente estos conceptos.
En primer lugar, ya está demostrado que la liberalidad de los grandes empresarios los ha llevado, justamente, a cometer diferentes desmanes aberrantes que han lesionado de muerte a numerosos poblados convertidos hoy en día en pueblos fantasmas, luego, por cierto, de haber agotado la materia prima que estaban explotándose y luego de agotar los recursos que les proporcionaban caudalosos ingresos, dejando a muchos seres humanos sin trabajos y abandonados a su destino fatal. De esta manera, es común ver este mismo proceder entre los ambiciosos capitalistas que van ultrajando a las generaciones nacidas en esos microestados empresariales útiles sólo hasta que se acaben los productos de explotación, y además, con la yapa de dañar severamente los bienes de la tierra que depusieron degradada e inutilizable una vez exprimidas al extremo, por la mera ambición de hacer prosperar su propias empresas económicas, sin importarles en lo más mínimo, las consecuencias ambientales que dejaban tras su estela consumista.
De hecho, reparar el medio ambiente después que ha sido explotado tiene un costo elevado que las empresas no quieren asumir por no ver afectadas sus ganancias, y sí, de esto sí responsabilizan al estado al que reclaman hacerse cargo, una estéril discusión que siempre termina postergándose para que lo resuelvan las futuras dirigencias que más adelante asumirán, cuando para entonces, la dimensión del desastre es tan enorme que ya no tiene más arreglo, ya que para entonces no se contarán ni con los servicios de las empresas que habrán huido ni con los bienes y recursos de la naturaleza completamente explotados, desmoronando toda esperanza de recuperar un estilo de vida digno para los pueblos abandonados. Esto se ve mucho con empresas capitalistas extranjeras del primer mundo que penetran en los países “en vías de desarrollo” sin capacidad de producción, para ofrecer sus maquinarias en función de la explotación. Claro que al final los productos y capitales se vuelan al extranjero dejando al país aún más miserable de lo que estaban antes.
En este sentido es cuando la teoría del libre comercio se desploma por su propio peso, y es aquí donde la economía comienza a entrar en recesión, entonces sí, el estado está obligado a ser un puntal de apoyo de las empresas del libre mercado cuando dan pérdidas, para subvencionar el déficit por el bien de toda la comunidad a fin de que no le falte los productos que una vez tuvieron; por el contrario, cuando hay ganancias, ahí el estado debe mantenerse al margen del beneficio, según, claro está, el enfoque neoliberalista.
Estas empresas del libre mercado extraen la materia prima de la tierra indiscriminadamente sin preocuparles por la vida futura, y contaminan y corrompen el medio ambiente y pretenden que no haya controles, que no se les exija el impuesto compensador por el derecho a la explotación.
De este modo, cuando la teoría del libre comercio se lleva a cabo sin medir ninguna consecuencia, se torna indigna la riqueza adquirida.
Asimismo, en esta aritmética macabra, los pobres sí están obligados a pagar los impuestos mientras que las megas corporaciones argumentan que las retenciones son injusticias del estado. De todos modos, aunque paguen, al final nunca pierden ganancias los empresarios, porque el pueblo termina asumiendo el cargo de los aumentos y sobre precios, las pérdidas, y las compensaciones gananciales, para que las empresas salgan siempre beneficiadas. El único que siempre pierde es el pueblo.

El Capitalismo desenfrenado destruye los recursos naturales al explotar la tierra salvajemente, sin reponer o reacondicionar lo explotado, dejando a las futuras generaciones libradas a su propio destino. Se ha visto que cuando un determinado producto, por ejemplo, una materia alimenticia en particular deja más dividendo que otros productos, se reduce la producción de los que dan menos ganancias para dedicarse en exclusividad al que aporta más capitales, coartando la diversidad y la posibilidad de que el mercado cuente con una razonable y necesaria variedad de productos, deteriorando el sistema integral y empujándolo al colapso por el aumento desproporcionado de unos de sus componentes. Buscar aquello que es lo más redituable, generalmente no es lo más beneficioso para la sociedad de consumo.
Y si estas distorsiones no son reguladas por un estado equitativo y humanitario, difícilmente los empresarios capitalistas sean capaces de regularlo por sí mismos. Ellos sólo miran las ganancias y minimizan los desastres ecológicos.
Por otro lado, el principio neoliberal de que la competencia es igualitaria para todos cuando se libera el comercio, es completamente falso, porque está visto que siempre “el pez grande termina comiéndose al más chico”, así, ¿de qué competencia igualitaria hablamos? Las millonarias empresas multinacionales aúnan sus monstruosos capitales para reducir los costos de las materias primas, artimaña que las pequeñas empresas no pueden hacer, y entonces se torna imposible competir porque la competencia en sí, es inmensamente despareja. Cuando los monopolios del primer mundo comenzaron a traspasar las fronteras para insertarse en los países en vías de desarrollo, los comercios minoristas tuvieron que bajar las persianas de sus pequeños negocios, dejando a muchísimos empleados en la calle por la imposibilidad de mantenerse a la par con los precios de los mismos productos, que debían adquirir a un mayor costo.
Según esta política, cientos de miles de familias quedan sin ingresos, los países pobres se empobrecen aun más con el elevado porcentaje de desocupación y la mano de obra desperdiciada, mientras las grandes corporaciones y las multinacionales se llevan las ganancias al exterior, hacia sus propias tierras, expatriando las riquezas de una nación. ¿Cómo entonces puede ser pareja la participación en el mercado libre?
Este principio del neoliberalismo económico, de abrir los mercados del mundo y que no haya frontera alguna, es semejante a la ley del más fuerte o a la supervivencia del más apto, siendo el primero un concepto del imperialismo norteamericano y el segundo un concepto de la teoría darwiniana, ambos completamente materialistas. Y aunque esta postura económica sostenga que es el único modo de subsistencia capitalista que deriva de una selección natural de las empresas más capaces, sigue siendo el mismo espejo de la evolución de Darwin. Algo que para los pensadores sensibles con una mayor apertura de conciencia, no dejan de ser meras ideas pervertidas de gente que hace poco honor al humanismo. Pero más allá de limitarlo a una conducta poco ética, el punto es que éstas son políticas que tarde o temprano terminan siendo un inexorable fracaso, inconducentes a cualquier mejoramiento social de fondo.

Anónimo dijo...

¿Cómo es que proclaman un mercado sin fronteras, pero cuando se trata de personas, ahí si les ponen barreras? Esto de la libre economía es muy tendencioso a sobrevaluar la existencia de los ricos y a menoscabar la subsistencia de los pobres.
Claro que es cierto lo que precisa Ludwig Von Mises respecto a que si se deja en libertad a los empresarios, estos tratarán por todos los medios de mejorar sus respectivas empresas, e intentarán lo que sea para volverlas más eficientes y rentables, pero en lo que se equivocó fue al pensar que todos se beneficiarían de ello. Imaginar que la superación tecnológica mejorará radicalmente a un país es ingenuidad de la más despreciable si no se contemplan otras consecuencias nefastas que se establecen paralelamente.
Por ejemplo, Mises asegura que un empresario ambicioso es todo lo que necesita el país para crecer, porque siempre intentará mejorar su producción. Sí, pero está visto que desde que comenzó este perfeccionamiento industrial, cada vez se precisa menos del ser humano para llevar adelante la misma o más cantidad producción. Pues, si antes eran necesarios cincuenta operarios para una producción serial de algún artículo determinado, ahora lo puede hacer una sola persona con una computadora, e incluso ya se está estudiando como prescindir incluso de este único empleado, para así aumentar las ganancias un poco más y reducir los gastos. Esto de computarizar la producción ha sido explotado sobre todo por el mundo comercial y empresarial moderno. Y lo que antes hacían nueve bueyes y más de veinte personas (en cuanto a los quehaceres del campo), ahora lo hace una sola persona con un tractor, y también esto se intenta reducir porque pronto los tractores serán computarizados y se conducirán solos mediante ultrasónicos y señales electrónicas distribuidas por el campo a trabajar, mientras millones de personas se mueren de hambre por falta de trabajo.
Es evidente que esto ha sido muy provechoso para los ambiciosos comerciantes que tanto elogia Mises, pues, claro, no tenerle que pagar a ningún peón, sin tener que destinar dinero a los sueldos, a las cargas sociales, sin tener que pagarle a nadie por enfermedad o por los meses de maternidad, sin pagarle vacaciones a nadie, ¡sí que es un negocio redondo!

Justamente, esto es lo que ha estado sucediendo con la revolución industrial digitalizada. Los astutos empresarios, por un lado bajan la calidad de los productos y aumentan el precio de los artículos que venden, por otro lado, no emplean ningún personal y venden a gran escala a un público masivo, porque los beneficios los quieren todos para ellos solos. Y cómo, entonces, no vamos a estar hablando de un desequilibrio económico mundial donde la clase rica se distancia cada vez más de la clase pobre mientras que la clase media va desapareciendo gradualmente para sumarse a la de los pobres.
La pregunta es, ¿cómo se podría estar invirtiendo tantos trillones y trillones de dólar-euros en armamento de última generación y en una poderosa fuerza militar si alguien, en esta bendita economía, no está ganando de más y en abundancia?, ¿cómo podría estar sucediendo esto, si alguien, no está desviando las riquezas obtenidas a partir de la mano de obra mal paga, y a veces hasta ni regalada cuando puede ser sustituida por un chips? Antes bien, todo esto nos demuestra que este despilfarro (que debe volver al pueblo), está surgiendo de un excedente inconmensurable en las ganancias, de un desequilibrio total; y es lo que han estado haciendo hasta ahora los grandes poderes económicos con las riquezas obtenidas, con las desproporcionadas ganancias, inhumanas digamos, sólo despilfarrándolas, ninguna otra cosa. Así que va siendo hora de ajustar un poco las cuentas por el bien del futuro humano. Repasemos a ver qué han hecho y veamos como se inclina la balanza.
Y con estas mismas perversiones económicas se pone de manifiesto una vez más, la lucha entre los economistas clásicos y los economistas de Von Mises que actúan en favor de los capitalistas libres, particularmente norteamericanos, de las multinacionales o del monopolio globalizado contra aquellos economistas que actúan en función del gobierno y de las retenciones a las ganancias, pero aun así, ninguno de los dos sistemas de economía capitalista miran realmente hacia el pueblo. Porque ambos están interesados en sus propios beneficios y en nadie más.
No me cabe la menor duda de que en algún punto de esta teoría, tanto el capitalismo de Mises como el capitalismo clásico y el de los economistas del gobierno democrático, piensan que para subsistir y crecer, deben depender necesariamente de súbditos y serviles empleados y de otros tantos esclavizados mártires pro-sistema para poder avanzar con sus negocios y enriquecimiento ilimitado. Porque nadie vaya a pensar que se trata de actos humanistas todas estas elucubraciones del libre comercio. No, ya que dentro de su economía sólo sostienen a los que inevitablemente tienen que recurrir para la manufacturación de sus productos, venta y distribución, nada más, y tampoco se tenga alguna duda de que el día que los de abajo se vuelvan prescindibles no tendrán ningún miramiento ni contemplación para despedirlos y dejarlos en la calle. Todo es cuestión de egoísmo, al que increíblemente Mises llama “un sano egoísmo” o “egoísmo constructivo”, pero ¿constructivo para quién?

Anónimo dijo...

Con todo esto, una vez más se desmorona irreversiblemente toda la teoría del libre mercado, porque si los empresarios buscan más ventas y menos gastos, el pueblo quedará siempre empobrecido. Pero a la larga esto también afectará a los altos niveles, porque nadie escapa de las consecuencias sociales de causa y efecto. Este es otro punto que se le ha nublado a la teoría neoliberal.

Mises se jacta de que si cada persona cumple perfectamente la función que sabe hacer por simple que sea, es decir, que el ingeniero dirija la construcción de una torre y el ascensorista pulse correctamente el botón de los pisos (algo que ya no existe hace tiempo por la automatización digitalizada), toda la sociedad estaría feliz. Porque él asegura que cada quien se conforma con sus propias capacidades, y quien tiene más capacidad ocupará un puesto de mayor jerarquía que el que tiene una capacidad menor.
Todo muy lindo en esta teoría abstracta, pero Mises no entiende que sin una verdadera toma de conciencia y despertar de la sensibilidad humanitaria, el poder capitalista de los grandes monopolios se regirá siempre por ciertos patrones primitivos de supremacía salvaje, que dan lugar al racismo, a la xenofobia y al fundamentalismo. Este es el aspecto más concreto y tangible de la teoría. Porque existe muchísima gente negra sumamente capaz, que en la mayoría de los casos están más capacitados y son más habilidosos que los blancos, por lo que demuestran tener más condiciones y ser más inteligentes que cualquier rubio, no obstante, el trabajo de limpieza será siempre para ellos en esas empresas discriminadoras, de grandes grupos económicos sostenidos en los dogmas fundamentalistas del capitalismo y los de la fe ciega de la religión, y en esta suma, suelen ser generadores de todo tipo de discriminación social, cultural y de otras índoles, donde se esfuman las capacidades reales bajo el manto de la despiadada discriminación.
(Claro que no estoy metiendo a todos en la misma definición, porque sólo me refiero a esos grandes poderes fundamentados en la discriminación, y no me cabe ninguna duda que dentro del neoliberalismo existen personas de elevada ética y de propósitos altruistas.)

De esta manera, como otro ejemplo, tenemos que la mujer del campo para lo único que le sirve al hombre blanco de la ciudad es para la prostitución o los trabajos serviles de limpieza y ordenanza, y los hijos y nietos de los inmigrantes o indocumentados nacidos en tierras donde sus padres fueron “necesariamente” explotados en otros siglos, ahora no son reconocidos por el estado. ¡Vaya! Otra vez las fronteras cerradas para humanos pero no para los grandes capitales extranjeros exterminadores de las pequeñas economías centenarias de los pueblos y de las capacidades autóctonas.
Parece que este economista nunca estuvo en la India y nunca hizo un esfuerzo por comprender el problema de las castas o los problemas de esas sociedades un poco alejadas de la suya, por lo cual alguien nacido en una casta inferior jamás tendrá acceso a los beneficios destinados a una casta superior, por más capacidad e inteligencia que éste tenga. ¡Ah, no, me olvidaba!, cierto que la India o China para estos capitalistas del siglo pasado no eran países libres de la tierra sino meras colonia de los ingleses... ¡con razón el enfoque de estas teorías!
Ludwig Von Mises, creía y creía, creía de todo respecto a las virtudes de su teoría en relación al beneficio que proporcionaría a la civilización capitalista... tanto creía en su postulado que más que una tesis parecía tratarse de una religión, su religión, con sus dogmas y necesario fanatismo, algo que, obviamente, conquisto millones de prosélitos por todo el mundo.

Por último, quisiera terminar este bosquejo con una declaración de George Reisman efectuada en 2006 respecto al neoliberalismo de Mises, exponiendo una absurda contradicción con sus propias palabras, al decir lo siguiente:
“La Educación crea discípulos, imitadores y seguidores de rutinas, no pioneros de nuevas ideas ni genios creativos. Las escuelas no son jardines de infancia de progreso y mejora, sino conservatorios de tradición y de formas de pensamiento fijas.”
«Ludwig Edler von Mises (1881-1973), fue discípulo de Böhm-Bawerk y mentor de Hayek y Rothbard.»

Anónimo dijo...

En Conclusión:

El principio puro de expansión del neoliberalismo económico ya es bien sabido que es el egoísmo y, por lo tanto, también la indiferencia. Es decir, por un lado tenemos el sumo interés que este sistema demuestra por todos aquellos que directa o indirectamente participan del progreso capitalista, incluso hasta por la competencia, pero, por otro lado, nos encontramos con una absoluta indiferencia hacia esos otros que representan las consecuencias y derivaciones de la infame ambición materialista desenfrenada; claro que, estas consecuencias y derivaciones, no son otras que los pueblos más empobrecidos e indigentes, los excluidos del sistema monetario.

Por lo tanto, si para la economía neoliberal el egoísmo es una forma de “apego a lo propio” y la indiferencia es una forma de “desapego al prójimo”, entonces, justamente, el sistema que completará la evolución de la civilización en el estadio de los dones y virtudes esenciales de los seres humanos, y que permitirá que las futuras generaciones se vean inmensamente favorecidas y enriquecidas (pero en todos los órdenes, sea material o espiritualmente hablando), el principio puro ha de ser el mismo pero invertido, es decir, ha de ser precisamente todo lo contrario, completamente dado vuelta, invirtiendo los conceptos fijados hasta aquí. O sea, que la nueva “economía humanista” ha de sostenerse en un sistema que provoque el “desapego por lo propio” y el “apego al bien de los demás”.

Ya está visto que el neoliberalismo ha demostrado esta ambivalencia como parte de la naturaleza humana, digo, la del egoísmo que hace factible el apego y el desapego al mismo tiempo. Ahora bien, el punto es entonces aplicar estos condicionamientos pero de manera más constructiva y creativamente, orientándolos hacia las direcciones opuestas a las que hasta este momento se han venido expresando.

Desde ya, que esta transformación radical de la substancia misma del capitalismo, necesita primordialmente de una Revolución Pedagógica por una Nueva Educación Humanizada, y, para que este cambio educacional y cultural prospere, precisaremos de una democracia genuina que sea idónea para sostener los valores de amor y respeto, solidaridad y humanitarismo, y que además sea capaz de resguardarlos de la inexorable decadencia que se les impone en nombre de la libertad y del vale todo.

Asimismo, está claro que para definir los elementos de una genuina democracia, libre pero no decadente, tendremos que evaluar mínimamente algunas de las propuestas y configuraciones que se vislumbran a partir de las siguientes críticas, todas basadas, por supuesto, en una educación revolucionaria.